- Área: 780 m²
- Año: 2017
-
Fotografías:David Zarzoso
-
Proveedores: &Tradition, Blasco&Vila, CARMENES, JMM, Louis Poulsen, Marset, Petra, Point, Santa & Cole, Stonehegen
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La última colaboración de Francesc Rifé con el chef Ricard Camarena llega envuelta en un contexto industrial de los años 30. La antigua fábrica de Bombas Gens que integrará el local ha sido re descubierta y reconvertida en centro de arte por la Fundación Per Amor a L'Art, impulsora del proyecto. Un reto para el estudio no sólo por su estética art decó sino porque la arquitectura presentaba ciertos desafíos de diseño: crear un espacio a partir del no-espacio.
Paradójicamente una antigua zona residual se convierte en el nuevo restaurante, donde la forma es absolutamente esencial. Dividido en dos territorios principales, el comedor ocupa una superficie triangular proporcionando una valiosa perspectiva de uno de los muros de la fábrica, mientras que el bar se aloja bajo una de las cinco naves rehabilitadas.
En el primero, en busca de una integración significativa de forma, color y textura, se diseña una segunda piel que recorre todo el espacio integrando los diferentes planos de la sala. Una envoltura expresada en madera de nogal americano que contrasta con el color beige del ladrillo. A esta yuxtaposición de texturas se incorpora el pavimento de hormigón para suavizar visualmente el proyecto al mismo tiempo que recuerda al pasado industrial del local.
La celosía, de diferentes formatos, está formada por elementos verticales y horizontales, que se sitúan en segundo término. La disposición de estos elementos varía en función de lo que queremos destacar, ya sea la cocina vista o el propio ladrillo visto. Además, cumple con el atributo de fonoabsorbente, y dependiendo del punto de vista crea una ilusión óptica totalmente opaca.
La entrada, como espacio de transición, acoge una composición de 10 cuadros que convierte lo que podría ser un paso estrecho al restaurante en un protagonista clave que, además de situarnos en el entorno artístico, nos acompaña en nuestro viaje culinario. Una vez sobrepasado este punto se descubre la magnitud de la sala en la que el local se amplía a medida que avanzamos entre las mesas, hasta llegar a una terraza que inunda de luz natural el espacio. Durante el día, una abertura longitudinal, creada para separar el restaurante del edificio contiguo, permite la entrada de luz natural, cenital y linealmente, y durante la noche a través de luz indirecta simulamos el mismo efecto.
El techo, de madera de nogal, es registrable e incluye una iluminación creada específicamente para el proyecto. Se trata una iluminación óptica escondida en el techo que permite iluminar mesas de 110 y 160 cm de diámetro en función de las necesidades. Como apoyo a esta iluminación técnica se disponen varias luminarias decorativas a lo largo de toda la sala.
Otro de los retos para el estudio ha sido el de la ubicación de la cocina, que debido a sus grandes dimensiones necesitaba de un emplazamiento estratégico. Para encontrar el equilibrio se ha situado en un volumen escalonado en el que también se sitúa la bodega y que acompaña a la ampliación del espacio.
El bar es una estructura rehabilitada con una altura en su punto máximo de hasta 8 metros. En esta zona, utilizada como espacio de espera, aperitivo e incluso como reservado para unos 25 comensales, se ha conservado también la pared de ladrillo así como los cerramientos de madera de melis. Los lavabos, los elementos divisorios entre mesas, el frontal de la barra del bar y parte del revestimiento de este último, se han diseñado con la piedra natural Pietra Grey de la firma Stonehegen.
El diseño del restaurante está en equilibrio con la propuesta gastronómica de Ricard Camarena: una cocina pura, que visualmente parece poco complicada pero que transmite infinidad de sensaciones. Un espacio fácil de leer que esconde muchas sorpresas.